“¡ESTO ES KAFKIANO!”
EL SENTIMIENTO DE LO KAFKIANO Y SU RELACIÓN CON LO SINIESTRO
Eduardo Braier[1]
Al despertar Gregorio Samsa una mañana,
tras un sueño intranquilo, encontróse en su
cama convertido en un monstruoso insecto.
F. Kafka (La metamorfosis).
I . EL ADJETIVO KAFKIANO
Al decir de muchos críticos autorizados en la materia, Franz Kafka (Praga, 1883-Kierling, 1924) es uno de los creadores de la literatura moderna.
Los textos de Kafka reflejan las ansiedades del hombre del siglo XX. El reconocimiento y difusión de su obra han conducido a la adjetivación de su apellido. Sin embargo, hasta la 21ª edición del Diccionario de la Real Academia Española (RAE) inclusive, el término “kafkiano” no figuraba en el mismo (sí en cambio “freudiano”, por ejemplo, para satisfacción nuestra); recién es incorporado en la 22ª edición, publicada en 2001. En ella encontramos tres acepciones de dicho término. Así leemos que “kafkiano, na” significa: 1.adj. Perteneciente o relativo a Franz Kafka o a su obra. Las novelas kafkianas. 2. adj. Característico de este escritor checo o de su obra. Visión kafkiana del mundo. 3. adj. Dicho de una situación: Absurda, angustiosa[2].
En el presente artículo he de utilizar el adjetivo “kafkiano” en sus tres acepciones, aunque sin duda la que más nos interesa a los fines de este estudio es la tercera de ellas. Con tal sentido, “kafkiano” se emplea hoy en día en varios idiomas, incluso por gente que no ha leído nunca a Kafka, para hacer referencia a ciertas situaciones por las que puede atravesar el ser humano, las cuales se asemejan a las descriptas por el escritor en sus célebres cuentos y novelas.
“Esto es kafkiano!”, solemos exclamar en esas circunstancias.
II. LOS PROPÓSITOS DEL PRESENTE TRABAJO
A pesar de que lo que podemos llamar “lo kafkiano” no pertenece a una categoría psicoanalítica, me ha parecido de interés compararlo con “lo siniestro” u “ominoso”, de acuerdo con la exposición de Freud (1919) de este último concepto.
En mis búsquedas acerca del tema he encontrado que Harold Bloom, el destacado crítico y teórico literario estadounidense, no sólo vincula “lo kafkiano” con “lo siniestro”, sino que incluso llega a decir que lo primero es una expresión más difundida de lo segundo. Dice Bloom (1994) en su polémico libro El canon occidental:
“Ciertamente, ‘kafkiano’ ha adquirido un significado siniestro para muchos de entre nosotros; quizá se ha convertido en un término universal para lo que Freud denominaba ‘lo siniestro’, algo que nos es al mismo tiempo familiar y extraño.”
Yo había llegado por mi propia cuenta, en tiempos en que ignoraba la opinión del pensador americano, a una conclusión semejante, al considerar “lo kafkiano” como una variante de “lo siniestro”. Lo que desconozco es si se ha profundizado en la comparación de ambos fenómenos desde el punto de vista de las teorías psicoanalíticas. Mi objetivo en esta ocasión es precisamente tratar de establecer algunas posibles conexiones desde nuestra disciplina, lo que conlleva efectuar una aproximación psicoanalítica a “lo kafkiano”, intento en particular del que también ignoro cuánto podrá tener o no de novedoso.
Convengamos que tanto en el caso de lo kafkiano como de lo siniestro hablamos esencialmente de afectos. En este orden de cosas, si acudimos al citado artículo de Freud, lo siniestro u ominoso se nos presenta acompañando a sustantivaciones tales como efecto, sentimiento o vivencia.
Las situaciones kafkianas se acompañan de un conjunto de emociones y sensaciones características, pasibles de ser experimentadas tanto por sus protagonistas o testigos como por quien lee a Kafka. Aquí les llamaremos efectos –afectos- kafkianos.
III. FREUD Y KAFKA. LO SINIESTRO Y LO KAFKIANO
Tomemos primeramente a Kafka. Éste conocía parte de las ideas de Freud y de otros psicoanalistas. Resulta difícil saber en qué medida ellas pudieron haber influido sobre el escritor de Praga, en su visión del alma humana y en su obra literaria, pero dados su inmenso talento como su aguda capacidad de observación quizá la deuda con Freud y los suyos no fuera necesariamente importante.
En cuanto a Freud: los años ’10, decisivos en lo que a la producción kafkiana se refiere, no lo fueron menos para la suya, coincidiendo con la publicación de “Lo ominoso” y de otros trabajos (Freud, 1916; 1920) que encuentro especialmente apropiados para intentar hoy comprender psicoanalíticamente el mundo opresivo de las narraciones del praguense. Suponemos que el inventor del psicoanálisis no llegó a conocer por entonces ni a Kafka ni a su obra, dado que ésta sólo alcanzaría una mayor difusión y recién cobraría notoriedad después de la muerte de este último[3].
Habiendo explorado a fondo una serie de textos de Freud y de Kafka, me atrevería a decir (aunque no podré detenerme para procurar demostrarlo en esta oportunidad, claro está) que existen curiosas coincidencias temáticas entre la obra de Freud y ciertos escritos de Kafka de la misma época. Me refiero al período que va desde la citada década de 1910 hasta casi mediados de la del ’20. De ser factible establecer tales paralelismos, podríamos pensar que determinadas problemáticas humanas que habrían estado flotando en el ambiente, signadas por las neurosis de aquellos tiempos (incluidas las de ambos creadores), serían registradas por estos hombres, dos de las personalidades más sobresalientes que ha dado la cultura europea del siglo XX, brindando cada uno testimonio de ello desde su particular perspectiva.
Por elementales cuestiones de tiempo me veo obligado a obviar algunas puntuaciones que sería oportuno efectuar respecto del artículo freudiano Lo ominoso (Freud, 1919), pero confío en que ustedes lo tengan presente.
[1] Dirección: Salvador Espriu, 69/71 6º 2ª. 08005 Barcelona. T. E. 93 2213094.// eabraier@telefonica.net
[2] La palabra “kafkiano” figura asimismo en el Diccionario Esencial de la Lengua Española (DELE, derivado en parte del Diccionario de la RAE. Espasa Calpe/ Planeta), de reciente aparición, que si bien suprime los derivados mecánicos de nombres propios, mantiene los que poseen valores agregados connotativos, tales como "kafkiano" o "freudiano".
[3] Desde luego, en los años ’20 sobrevendrán textos fundamentales de Freud, de especial interés en lo que atañe a la continuidad de una cierta línea de pensamiento que nos proporcionará elementos de inapreciable utilidad para comprender probables significados latentes de los textos kafkianos, sobre todo a partir del giro teórico por el que incluirá la pulsión de muerte, al que pronto sumaría el modelo de la segunda tópica.
[4] Para lo segundo la célebre novela El castillo (Kafka, 1926 a) constituye también un muy especial testimonio literario en torno a la acción de la maquinaria burocrática.
[5] Citado por el escritor Carlos Monsiváis (2006).
[6] Son de destacar las conexiones entre los desenlaces de estas obras con el final de El hombre de la arena (Hoffmann, 1815), el cuento que escogió Freud para mostrar los efectos siniestros. Dicho cuento culmina con la muerte de Nathaniel, sometido al diabólico influjo de Coppelius, el Hombre de la Arena, quien lo empuja al suicidio. Nathaniel se arrojará desde lo alto de una torre y se destrozará la cabeza. En la opinión de Freud, el Hombre de la Arena representa al padre temido, “de quien se espera la castración”. (Es oportuno reiterar que antes Nathaniel había temido que el Hombre de la Arena le despojara de los ojos o le arrancara un brazo, claras representaciones de la castración).
[7] Es lo que yo encuentro mayormente en Kafka, la exposición de la problemática neurótica, con el edipo y la castración. Esto no quiere decir que no se puedan detectar aspectos vinculados a niveles narcisistas primitivos.
[8] Como en el caso de “los que fracasan ante el éxito”, la neurosis de fracaso (Laforgue,1939) se halla en estrecha relación con la incidencia del superyó y la necesidad de autocastigo; en la misma, y a la manera de un síntoma, nos encontramos con un fracaso en un aspecto puntual, cuya explicación demanda análisis y que está ligado a la imposibilidad de tolerar la satisfacción de un determinado deseo.
[9] Cursivas de Freud.