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¿QUÉ ES LA TÉCNICA? Margarita Solé Pèlach

març 2020

¿QUÉ ES LA TÉCNICA?

Margarita Solé Pèlach

 

Esta ponencia es el fruto de años de reflexión que me aportaron muchas pequeñas respuestas, bastantes más preguntas y un convencimiento: la necesidad de apoyarnos en la interacción entre la clínica y la metapsicología para poder crear los cambios en la técnica que hagan posible el proceso analítico permitiéndonos así realizar nuestro artesanal oficio.

 Soy consiente de que no voy a decir nada nuevo, no es mi intención; lo que deseo es compartir con vosotros pensamientos que me ayudaron en la práctica y recibir los vuestros, para poder tener un intercambio que sólo puede ser enriquecedor. Por cuestión de tiempo no voy a poder profundizar, sólo voy a poder enunciar. Me voy a centrar en el trabajo de despacho con pacientes adultos y adolescentes, aunque debo mucho al hecho de haber trabajado tanto con niños como en un hospital de psicoterapeuta.

Fui educada y analizada en las normas técnicas que hoy oigo llamar “clásicas”, pero durante el ejercicio de mi profesión me di cuenta de que muchas veces no era factible aplicar este encuadre sin hacer modificaciones. Este hecho fue, para mí, motivo de preocupación y conflicto que resultaron ser beneficiosos al llevarme a largas horas de estudio, mucho pensamiento y grandes conversaciones con colegas.

He oído en algunas ocasiones que el encuadre clásico está caduco, que ya no sirve, que es cuestión del siglo pasado (bueno ahora ya del antepasado), que hemos de hacer cambios para modernizarnos y estar más acordes con la realidad de la sociedad actual…. Estos comentarios me generan cierto malestar, sobre todo si escucho a Green (1972 p: 63) cuando nos dice: “(…)cada analista tenderá a pecar según su complexión, su ideología, su moral personal y sus…propias perversiones”, aunque sigue: “ Es por eso que cada cual deberá encontrar su propia senda”.

Como vemos el autor nos invita a encontrar nuestra propia senda pero también nos avisa que no podemos transitarla desde una ciudad sin ley ya que todos tenemos nuestro propio inconsciente que busca satisfacción. Sigo pensando que el encuadre clásico es la ley de referencia; estuvo escrita pensando en las neurosis y en otros tiempos pero no la podemos olvidar y quizás sea importante conocerla en profundidad, no sólo como si se tratara de un recetario de normas, para poder crear variaciones que tengan un sentido y una función. Un ejemplo: la tan renombrada y necesaria neutralidad; pienso que no podemos ejercerla de igual forma en los pacientes  con patología narcisista, cuyo conflicto es un desborde de la cantidad, que en los pacientes neuróticos, cuyo conflicto está entre el deseo y la prohibición. En los primeros la regla de abstinencia tal como la practicamos en los segundos puede no ser neutralidad sino trauma.

 A mi me sirvió el encuadre clásico, gracias a él yo pude hacer un proceso que me permitió vivir sin un sufrimiento innecesario y aprovechar mis características lo mejor posible. Pero también es cierto que en mi práctica cotidiana no siempre es factible.

 

Este conflicto no solucionado, esta frase que no me dejaba satisfecha me llevaron a pensar, pero ¿qué es la técnica?, y como primer paso ir al origen de la palabra y al diccionario: una técnica (del griego, τέχνη -Tekhne- raiz de arte, técnica, oficio) es un conjunto de reglas, normas o protocolos, que tiene como objetivo obtener un resultado determinado y efectivo en cualquier actividad. Así mismo es la destreza y la habilidad de una persona en un arte, desarrollándose gracias al aprendizaje y a la experiencia. Su origen se asocia con la raíz indoeuropea teks, que significa tejer, fabricar. Pienso que nuestro oficio es un arte, un trabajo artesano, y su finalidad es poder realizar un proceso, el analítico[1].

 

Una vez definida la palabra me fui a releer los escritos de Freud sobre técnica, dándome cuenta, de los escasos que son y sin embargo lo claros y concretos en ciertas normas. Para Freud el psicoanálisis es sobre todo un método de investigación, además de una herramienta de curación. Como todos sabéis Freud tenía vocación de investigador y la comenzó dentro del campo de la neurología; vocación que fue frustrada por motivos económicos. Pero como toda vocación, al tener mucha fuerza, se pudo realizar tomando otro camino, a través de la clínica. Gracias a su escucha, impregnada del deseo de  buscar una verdad, creó otro método de investigación, el psicoanálisis, y encontró otro elemento a investigar, el psiquismo humano. Esto me llevó a pensar que para ejercer mi profesión y realizar cambios técnicos me tenía que convertir en una pequeña investigadora de cómo se constituía el aparato psíquico y del sentido de cada una de las normas en que se basaba el encuadre.

 

Luego me fue útil distinguir los diferentes motivos que me demandaban cambios en mi trabajo para que el proceso analítico fuera posible. Me di cuenta que me era útil separar las variaciones que me veía obligada a realizar a pesar de estar frente a un psiquismo neurótico, por motivo del momento social que estamos viviendo y que todos conocéis, de aquellas

que me eran necesarias para poder trabajar con un psiquismo no neurótico.

 

Voy a realizar un pequeño inciso. A. Green (2003) diferencia dos partes en el encuadre: una matriz activa (asociación libre y atención flotante impregnadas de neutralidad benévola) y un estuche (número y duración de las sesiones, periodicidad de los encuentros, modalidades de pago, etc.)

En el trabajo con pacientes neuróticos, a mi entender,  podemos hacer variaciones  en el estuche pero la matriz activa debe permanecer invariable. Ahora bien, tenerlas que realizar no significa que no tengan repercusiones y me di cuenta de lo necesario que era reconocerlas para que el trabajo pudiera ser un proceso analítico real.

Pondré un ejemplo: una de las variaciones más comunes que creo que hoy en día tenemos que hacer atañe a la periodicidad de las sesiones. Quedan atrás aquellos análisis de cuatro o cinco sesiones por semana; si somos afortunados podremos poner un ritmo de dos sesiones (en la mayoría de los casos a costa de nuestros propios honorarios), sin embargo la realidad más frecuente es que nos hemos de conformar con una. Como todos sabemos la herramienta de trabajo más poderosa en los neuróticos es la neurosis de transferencia que se despliega al empezar un proceso analítico. El ritmo de las sesiones tiene como uno de sus principales objetivos que esta neurosis de transferencia pueda quedar dentro del despacho y recaiga en la persona del analista. ¿Qué me encontré cuando tenía que trabajar con un ritmo inferior?, que esta neurosis de transferencia se expandía en transferencias laterales y sobrepasaba a la persona del analista y a las paredes del despacho. ¿Esto quiere decir que no podemos trabajar con menos sesiones?, a mi entender no, creo que sí puede haber un buen proceso, siempre y cuando tengamos en cuenta este fenómeno y aprendamos a trabajar con él. Una menor frecuencia nos exige más y nos pide hilar más fino; pienso que trabajar la neurosis de transferencia que se expande a personas de la vida cotidiana del analizante es un trabajo mucho más delicado, si cabe, y no exento de cierta peligrosidad[2]. Sin embargo en los pacientes con fallos en el funcionamiento del preconsciente es conveniente un ritmo de una sesión semanal, un ritmo de mayor frecuencia podría ser una exigencia demasiado alta para su psiquismo ( Marty P. 1998).

 

Pasemos ahora al trabajo con pacientes que presentan un psiquismo no neurótico. Pienso que con ellos a veces se han de hacer variaciones tanto en la matriz activa como en el estuche ya que son analizantes que suelen tener una baja mentalización que no les permite la simbolización traduciéndose en que para ellos no es posible en muchas ocasiones la asociación libre (Marty P. 1998). Variaciones en la matriz activa pero teniéndola como base y objetivo, incorporada en nuestras orejas y en nuestras palabras dentro de un encuadre interno que pueda funcionar como una estructura encuadrante parafraseando un aporte de Green (1983).

Como ya os habréis dado cuenta estamos hablando de la patología del narcisismo. Hay mucha investigación y trabajos de grandes autores sobre ella, yo voy a dar una pequeña pincelada para recordar: en estos pacientes nos encontramos con un dominio de la cantidad sobre la cualidad. Hemos de tener en cuenta que el aprés coup freudiano de la estructuración edípica y de la formación del super-yo no se ha podido realizar en toda su plenitud, antes al contrario, su entrada en el edipo está altamente teñida por el modo de pensamiento y de las ansiedades de la época del narcisismo. Para poder trabajar con ellos hemos de poder entender una lógica diferente, la lógica de la desesperanza, de la humillación y de la desconfianza (pensemos que la confianza básica - Erikson (2000), Winnicott (1965)- no se ha podido establecer con toda su calidad). Como hemos dicho la segunda tópica no se ha podido acabar de estructurar gracias a la formación del super-yo, él y su precursor, el ideal del yo, son precarios e inundados por la lógica del yo ideal[3] (Solé M. 2006). El yo se encuentra débil. Al mismo tiempo nos encontramos ante una primera tópica con un preconsciente insuficiente en su funcionamiento dejando al psiquismo en manos de la cantidad (Solé M. 2015). En cuanto a la relación de objeto, ésta se encuentra dañada y teñida de desconfianza y desesperanza, nos encontramos ante una pérdida rápida, un borramiento, de los objetos internos. La pulsión de muerte actúa en muchas ocasiones sin ligarse con la pulsión de vida. Ellos se han sentido utilizados y no esperan otro tipo de relación, nos escuchan desde este idioma, el idioma de la utilización y no del intercambio.

 

Teniendo estas pinceladas en nuestro pensamiento podemos entender un ejemplo de cambio en la matriz: el propuesto por Catherine Parat en su trabajo sobre la transferencia de base (1995). En el capitulo Transfert et relation en analyse despliega el arte de la conversación y de un verdadero interés activo por parte del analista, que buscará lo investido en el quehacer cotidiano del paciente. Para ella la escucha flotante tiene que estar siempre latente y atenta. El objetivo será establecer una relación para que el objeto analista exista y para que el sujeto se sienta existente en el espacio psíquico de éste. Escuchemos a Catherine Parat:  “En efecto, es desde el lugar del analista que el juego relacional se da a la vez en la transferencia y en la relación”. La autora nos explica la transferencia de base como: “Es una investidura deserotizada, una simpatía, una empatía que permite el acompañamiento y la adaptación a funcionamientos muy diversos. (…) La actitud del terapeuta se adapta intuitivamente a la realidad totalmente particular de cada paciente. En todos los casos esta actitud se apoya sobre la parte relacional que aporta el analista, (…)”  siguiendo, y es importante tenerlo en cuenta: “Su alianza con la neutralidad del juego transferencia/contratransferencia define la ética del trabajo psicoanalítico.”

 

Ahora me gustaría hacer una nueva división: los cambios que surgen de una investigación profunda y que se convierten en cambios universales, y los cambios que cada uno de nosotros creamos en la relación con nuestros pacientes, cambios que, a mi entender, no se pueden universalizar, aunque esto no significa que no puedan ser útiles para otros pacientes o para otros analistas. Para poder realizar estas variaciones hemos de estar creativos y para ello creo que nos hemos de apoyar en un conocimiento producto de un interés de investigador, tanto de nuestro paciente, como del porqué de cada norma técnica, como de la constitución y del funcionamiento del psiquismo humano. Esta base actuaría como un organizador que nos permitiría desorganizarnos para volvernos a organizar sin caer en el caos, al más puro estilo winnicottiano (1965).

Voy a hablaros de los segundos y dentro de ellos de uno de los cambios que quizás sea el más problemático: aquél que hemos de introducir a través de un acto cuando, como analistas, hemos de pasar por un acto para que pueda seguir el proceso. Uno de los más aceptados es cuando con pacientes que presentan enfermedades somáticas tenemos que hacer nuevos encuadres temporales para trasladar el despacho a una habitación de su casa o de un hospital.

Pero en ciertas ocasiones son necesarias interpretaciones que no pueden realizarse a través de la palabra o del silencio sino que sólo pueden ser hechas a través de un acto para que el paciente pueda escucharlas, para que para él existan y así puedan tener un sentido. Son en estas interpretaciones donde la creatividad del analista es más única; cada uno las realizará según su propia historia, sus propias características y su propia intuición (dándole a la palabra intuición toda la fuerza de alimentarse de la experiencia y del estudio y despojándola de pensamiento mágico). Y son las que más nos piden conocer la metapsicología.

 

Como ejemplo una pequeña viñeta clínica:

Aurora tenía 15 años cuando fue traída a mi consulta ante una grave crisis de ansiedad, autolesiones e intentos de suicidio.A través de las entrevistas se despertó su deseo y su demanda y empezamos el trabajo analítico. Las vacaciones estaban muy cercanas y los intentos de suicidio continuaban ( empezamos el trabajo a pocos meses de las vacaciones de agosto). Las interpretaciones no servían, aquello que se pensaba en una sesión desaparecía en la siguiente. Pero la labor dio su fruto y me habló, como de pasada, de su “lugar secreto”, un monte donde iba para estar tranquila pero donde sentía fuertes impulsos de tirarse al vacío para acabar con un sufrimiento sin nombre (no eran ideas de suicidio desde una histeria). Me lo pensé mucho, ¿cómo poder transformar ese lugar secreto en un lugar intimo[4]? ( Solé m. 2006), ¿Cómo poder ofrecerle una representación de objeto transferencial para acompañarla en ese vacío?. A través de mucha reflexión llegué a la conclusión de que quizás podía ser útil pasar por un acto: trasladar mi despacho, en una sesión, a ese lugar. Se lo comuniqué e hice un nuevo encuadre puntual. Al terminar la sesión en su “lugar secreto” le agradecí haberlo compartido conmigo y le dije que yo nunca iría sin ella, ya que consideraba que ese era un lugar de su intimidad. Mucho después me pudo decir cómo a partir de ese encuentro, al ir a “su monte secreto” podía recordarme y pensar lo que habíamos hablado en sesión.

Otra de mis preocupaciones con Aurora era como hacer posible un mes de separación ( la primera por vacaciones) sin que yo me convirtiera en una desaparición. Me daba cuenta que el espacio de la ausencia aún no estaba bien creado en su psiquismo y ello significaba que yo no estaría ausente sino que no existiría (Solé M. 2010). Para ello me ayudé de otro acto: pacté con ella un nuevo encuadre durante el mes de agosto: un ritmo de llamadas telefónicas.

El uso del teléfono móvil nos permitió instaurar un ritmo soportable y necesario para Aurora que nos permitió crear una ausencia que hizo posible la espera y la construcción de la confianza. Yo no estaba, pero no estaba muerta ni ella muerta para mi; esto significaba que podríamos volver a encontrarnos.

Fue en el reinicio de septiembre cuando Aurora empezó a convertir el espacio de las sesiones en su espacio y así se pudo continuar el largo proceso de nuestro trabajo.

 

Y para terminar una cita de Donald Winnicott, de su libro Realidad y juego (1971): “Lo natural es jugar y el psicoanálisis es el juego más sofisticado del siglo XX”

 

Bibliografía

 

Green A. (1972), De locuras privadas. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2001

—. (1983), Narcisismo de vida, narcisismo de muerte. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1993

—. (2003), Ideas directrices para un psicoanálisis contemporáneo. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 2005

 

Erikson E. (2000), El ciclo vital completado. Buenos Aires: Editorial Paidós Ibérica, 2000

 

Marty P. (1998), Pierre Marty y la psicosomática. Marta T. de Calatroni, compiladora. Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1998

 

Parat C. (1995), L’Affect Partagé. París: Presses Universitaires de France, 1995

 

Solé M. (2006), “ S’ha de ser per poder sentir-se culpable”. VV. AA.: Luces y sombras del superyó. Barcelona: Gradiva. Associació d’Estudis Psicoanalítics, 2006

—. (2006). “Resumen del caso clínico” y “Mesa redonda”. VV. AA.: La (in)pertinencia de la psicoterapia psicoanalítica en el siglo XXI. Bilbao: GPAB-Grupo de Psicoterapia Analítica de Bilbao, 2006

—. (2010) De la cantidad a la cualidad” VV. AA.: De la angustia y otros afectos. Barcelona: Gradiva. Associació d’Estudis Psicoanalítics, 2010

—. (2015) “Paseando por los textos metapsicológicos de Freud”. VV. AA.: El paciente Límite y su Locura Privada. Barcelona: Gradiva. Associació d’Estudis Psicoanalítics, 2015

 

Winnicott, D.W.. (1965), Los procesos de maduración y el ambiente facilitador. Estudios para una teoría del desarrollo emocional. Barcelona: Paidós Ibérica, 1994

—. (1971) Realidad y juego. Barcelona: Editorial Gedisa S.A., 1979

 


[1] Estas definiciones son el resultado de consultar varios diccionarios, tanto en libro como por internet

[2] Cuando hablo de trabajar con la transferencia no me estoy refiriendo a interpretarla siempre, sino a poder escucharla en las asociaciones de nuestros analizantes.

[3] Así como el superyo genera culpa y el ideal del yo vergüenza, el yo ideal destila humillación. Es, para mi, sumamente importante tener esto en cuenta ya que fácilmente nuestras palabras o nuestros silencios podrían provocar una sangrante herida narcisista.

[4] Hemos de tener en cuenta que en el psiquismo todo se ha de construir. Esto sucede con el espacio de la intimidad, tan necesario para sentirse sujeto. En mi opinión es un espacio que se empieza a fabricar en la etapa anal siempre y cuando la madre (o el padre) no sea excesivamente intrusiva. Si no se puede construir todo lo que pertenece a la intimidad se queda impregnado de secreto, con toda la carga de persecución y desubjetivación que esto significa. Me gustaría profundizar en el tema en un próximo artículo.